jueves, 11 de marzo de 2010

Comunicación y crimen organizado

Comunicación y crimen organizado
Jorge Balduino

Hace algunos días el Presidente Felipe Calderón en una gira por Yucatán “regañó” a los medios de comunicación locales y nacionales por servir de emisarios de los mensajes que entre cárteles se enviaban utilizando las llamadas “narcomantas” o “narcocarteles” que eran depositados en los lugares en donde se efectuaba algún crimen, Felipe Calderón incluso reclamaba que el gobierno federal generaba gastos millonarios para que los medios transmitieran los logros del combate contra la delincuencia y las campañas en ese mismo sentido, al tiempo que los periodistas hacían lo propio transmitiendo de forma íntegra el contenido de estos “narcomensajes” a través de los medios masivos de información.

Definitivamente, el reclamo del Presidente de la República tiene mucho de razón, sin embargo es innegable también que las organizaciones criminales parecen tener mucho mejor conocimiento del diseño de las estrategias de comunicación para el cumplimiento de sus propias metas. Es de llamar la atención la capacidad de sincronización para que, prácticamente al mismo tiempo, aparezcan este tipo de mantas en distintas y distantes ciudades de varios estados del país mandando un mensaje unísono al gobierno federal; o que decir también de los sistemas de promoción y reclutamiento que estos grupos tienen para “seducir” a cada vez más jóvenes para integrarse a sus líneas, el manejo de la imagen corporativa que muestra los beneficios que tiene el integrarse a este tipo de organismos delictivos a veces parece superar a los de las campañas gubernamentales.

Que dilema tan grande puede vivir un padre de familia cuando su hijo le pregunta por qué al vecino que se dedica al narcotráfico le va mejor económicamente que al que desempeña un trabajo honesto y dentro del marco de la ley, que problema tan grave el convencer a un joven de 17 años de que todos los lujos que ostentan los “chacas”, sicarios y narcomenudistas no son algo bueno para él, o como persuadir a los estudiantes de las universidades de que el adquirir piratería no sólo alimenta de recursos a las organizaciones criminales si no que también afecta a la economía nacional.

Las estrategias de comunicación empleadas por las instituciones gubernamentales han sido constantes, pero por el incremento de los índices de participación de jóvenes en el crimen organizado no han alcanzado los mejores resultados; y valdrá la pena analizar cuales son los elementos de éxito que debemos valorar.

Las campañas que se dedican a solamente ubicar lo malo en lo malo y lo bueno en lo bueno no son exitosas, las campañas que hablan solo del daño que causan las fuerzas delictivas en la sociedad o de los avances de los cuerpos policiacos en la lucha muchas veces solo generan en el público una postura de simple espectador.

Debemos promover el por qué es importante ser bueno y los beneficios que tiene el ser así, esto trae implícito el proyectar una visión futura de sociedad con objetivos tangibles a corto, mediano y largo plazo. Los jóvenes se dejan seducir por los “beneficios” inmediatos que tiene el dinero ganado fácilmente, entonces tendremos que fomentar en ellos los beneficios que tiene vivir con leyes y reglamentos que vengan de forma inmediata también.

Debemos saber premiar al que hace bien y otorgarle el reconocimiento social que lo motive a seguir actuando en ese sentido. Las campañas mediáticas deben diseñarse con esa base, respondiendo a las preguntas ¿Qué queremos comunicar?, ¿Para qué las vamos a comunicar?, ¿Y qué reacciones queremos obtener con esos mensajes?, y contar con buenos sistemas de medición que nos ayuden a encontrar los mejores modelos de promoción social.

No hay que olvidar que si queremos que los marinos trabajen para que el barco avance, debemos saber comunicar cual es el rumbo y las maravillas que hay para cada uno de ellos al llegar a este destino.

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